La rotura del ligamento cruzado anterior (LCA) es una de las lesiones más comunes en deportes de alta demanda como el fútbol, el baloncesto, el esquí alpino o el rugby. Esta estructura es fundamental para la estabilidad de la rodilla, ya que evita el desplazamiento excesivo hacia delante de la tibia respecto al fémur. Su lesión no solo genera inestabilidad inmediata, sino que también incrementa el riesgo de desarrollar osteoartritis prematura si no se aborda adecuadamente.
Tras una intervención quirúrgica de reconstrucción del LCA —habitual en pacientes jóvenes o deportistas—, el papel de la fisioterapia es esencial para recuperar la funcionalidad articular, prevenir complicaciones y evitar recaídas. Un enfoque integral que combine terapia manual ortopédica con un programa progresivo de ejercicio terapéutico ha demostrado ser altamente eficaz.
Componentes clave del tratamiento fisioterapéutico
Durante las primeras fases de la rehabilitación (aproximadamente las primeras 10 sesiones), el enfoque se centra en:
- Control del dolor e inflamación: mediante técnicas suaves y movilizaciones en descarga.
 - Recuperación del rango articular: se emplean movilizaciones anteroposteriores con flexión y extensión, deslizamientos laterales y movilizaciones posteroanteriores con el paciente en decúbito prono.
 - Mantenimiento de la movilidad muscular: mediante técnicas de liberación del tejido blando en cuádriceps e isquiotibiales.
 - Activación neuromuscular temprana: con ejercicios de bajo impacto como el uso de goma theraband, fitball y bicicleta estática.
 
En fases posteriores (aproximadamente 20 sesiones adicionales), el programa evoluciona hacia:
- Fortalecimiento dinámico: con ejercicios en carga como sentadillas frente a espejo, trabajo en banco de cuádriceps con resistencia progresiva y ejercicios de salto controlado.
 - Entrenamiento propioceptivo avanzado: que incluye apoyos monopodales y bipodales, con y sin estímulos visuales, y perturbaciones externas para mejorar la estabilidad dinámica.
 - Integración funcional: mediante movimientos que simulan gestos deportivos, garantizando una transición segura hacia la actividad física habitual.
 
Resultados y recomendaciones
Este enfoque escalonado y personalizado permite no solo recuperar la movilidad y la fuerza, sino también reeducar el control motor y la percepción del equilibrio articular. Estudios clínicos y casos prácticos confirman que la combinación de movilizaciones articulares dirigidas y un programa de ejercicio progresivo reduce significativamente el riesgo de reinjuria y mejora la calidad funcional a medio y largo plazo.
En definitiva, la fisioterapia postquirúrgica del LCA debe estar estructurada en fases claras, con objetivos específicos en cada etapa, y adaptada a las demandas funcionales del paciente. Este modelo de intervención es clave para lograr una recuperación óptima y un regreso seguro a la vida diaria o a la práctica deportiva.



